Ravi Shankar: Si Mahatma Gandhi viviera, te daría tantas patadas en el c…

Hace 10 mil años que Oriente viene descubriendo las raíces más profundas de la espiritualidad. Hasta Jesús recogió las enseñanzas de Gautama el Buda (el ejemplo de la semilla de mostaza y la prédica de conservar siempre la inocencia de los niños), y ahora viene “la mujer barbuda” con su marketing a cuestas que resta mucho y no suma nada. ¿Qué diría Gandhi? Por Boimvaser.


“Realmente soy un soñador práctico, mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo quiero es convertir mis sueños en realidad”. Mahatma (Alma Grande) Gandhi.

A Occidente siempre le costó comprender la filosofía antiquísima de Oriente. Algún marketinero de los que nunca falta se le ocurrió denominar hace tiempo “New Age” (Nueva Era) a los más viejos conceptos de espiritualidad que se tengan memoria, y embarró la cancha mal.

Después vienen tipos como esta “mujer barbuda” (como lo definió Tomas Abraham, un filósofo que practica meditador) y tiran por la borda el trabajo que en silencio realizan muchas personas enseñando y practicando aquellas antiguas premisas para que la civilización viva mejor.

Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuál era el camino hacia la paz. Y el célebre indio respondió: “No hay camino hacia la paz. La paz es el camino”.

El líder de la liberación de la India tuvo siempre la síntesis, el aforismo, la analogía perfecta para resumir en frases cortas e impactantes ciertas verdades que otros precisan farragosos textos para explicarlas. Al Raví Shankar no se le caen dos ideas ni aunque se fume todas las hierbas del Paraguay.

Mahatma y el resto de los maestros que dio la India el siglo  XX fueron extremadamente cautos y precisos para explicar lo desconocido. Decir al voleo que “enseña respiración” (y no sale barato) sin aclarar lo que eso significa, es como decir “la pelota no dobla”. Es cierto que todo tiene su explicación (cuando la tiene, se dice tanta bobería al pedo en nombre de la inteligencia y la espiritualidad), pero fuera de contexto resulta algo tonto y desconcertante ese tipo de expresiones.

Gandhi daba un valor fundamental a dos conductas humanas esenciales para el bienestar físico y espiritual: la alimentación y la respiración.

Bhagwan Rajneesh  - conocido como Osho- dio una serie de conferencias en 1972 que aparecieron en dos tomos titulados “La Alquimia Suprema”. En la primera parte de esos libros (la segunda es olvidable, el gurú parece que ya estaba cansado de hablar y dijo algunas gansadas patéticas), hay una serie de comentarios en los cuáles explica cómo cortar los flujos de acciones y pensamientos negativos a partir de la respiración. Osho era detallista en extremo para que se comprendiese su prédica, y siempre agregaba que no había porqué creerle, que podía ser uno de los tantos parlanchines que dan vuelta en nombre de la espiritualidad. Sólo instaba a que los interesados practicasen ese método infalible en las inhalaciones y exhalaciones para darse cuenta del poder que tienen.

Jiddu Krishnamurti fue descubierto muy joven por sus dotes espirituales por una llamada Sociedad Teosófica. Lo criaron con todos los lujos (su raqueta de tenis no la debía utilizar más que él), pero cuando el hombre se puso al frente de esa sociedad, lo primero que hizo fue disolverla.  Lo justificó diciendo que esas organizaciones eran inútiles y burocráticas.

Krishnamurti fue quien inspiró a Albert Einstein en una frase colosal: “la religión sin ciencia es plana, la ciencia sin religión es ciega”. Se refería a la espiritualidad, no a una religión en especial.

En cambio, la sociedad “El Arte de Vivir” que sostiene Shankar es el pilar económico de muchas personas y cada vez aumentan las sucursales (franquicias) donde enseñan las técnicas de respiración.  Cuando habla “su maestro”, los miembros de El Arte de vivir (su fundador en el país se alejó diciendo que se había convertido en “el arte de currar) se parecen a los partícipes de las charlas de Cristina Kirchner. Mueven la cabecita afirmativamente como si tuvieran un resorte en el cuello, sonríen como si estuvieran escuchando la verdad revelada y saben que están ahí mas por conveniencia que por convicción.

Quienes amamos las teorías conspirativas –cuando tienen sustento-, le damos importancia a ciertos estudios científicos que realizaron destacados profesionales en los Estados Unidos.  Dicen que el método utilizado por el fundador de El Arte de Vivir es una suerte de lobotomía o electroshock que se aplica para quitarle al individuo su capacidad instintiva de reacción y someterlo a una especie de disciplina de aceptación de lo que se le impone desde afuera. Les quita a las personas la rebeldía natural que en mayor o menor medida todos llevamos desde nuestros ancestros.

Por eso se lo enseña en las cárceles, para quitarles violencia a los presos.. pero en el resto de las personas puede crear un estado de conciencia pasivo y adulterado.

Es llamativo: Muchas personas que conocí en El Arte de Vivir (hablo por experiencia propia) han perdido mucho sus deseos sexuales y su condición natural de conciencia después de esas prácticas respiratorias.  En cambio con las damas seguidoras de Osho, de Sai Baba, de Chopra (tenés que tener mucha billetera para salir con una minita que sigue a Chopra) o de otro gurú,  en el arte de la conquistas se gana y se pierde (como todo jugador), pero esas féminas no le hacen asco ni le es indiferente reaccionar cuando les hierve el estrógeno y piden satisfacer sus gritos hormonales.

“Nos quieren pacientes”, canta el Indio Solari en el tema “Todos a los botes”, y parece que en esa conspiración de anti rebeldía natural, el Ravi Shankar cumple un destacado papel con sus enseñanzas respiratorias.

Mahatma Gandhi eligió la rebeldía pacífica y logró liberar a la India del yugo británico. Pero nada de aceptar las cosas como son o como te las imponen desde afuera.

Por eso seguro el “Alma Grande” se calzaría esos botines puntiagudos que fabrica Ricky Sarkani y no se quedaría paciente frente a la práctica que realiza la “mujer barbuda”. Le dejaría el que te dije rojo como el de un mandril.

Por Jorge D. Boimvaser
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