El Arcángel San Miguel

Escrito por Rosario Araujo

San Miguel compone la esfera de los arcángeles, que son siete. La doctrina eclesiástica lo califica como aquél que ocupa la jerarquía superior de sus pares. Lo llama “Príncipe de los espíritus celestiales” y “capitán de la milicia celestial”. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se revela como un auténtico defensor del pueblo de Dios contra la maldad diabólica.
Se trata de un ángel guerrero, el clásico combatiente de Lucifer. La iconografía religiosa lo representa pisando con su talón la cabeza de este ángel oscuro mientras lo amenaza con una espada, lo traspasa con una lanza o se encuentra a punto de encadenarlo.
Se lo conoce como el custodio de las huestes cristianas contra los enemigos de la Iglesia. Su nombre significa “que es parecido al Señor” o “quien como Dios”.
La Biblia lo presenta como el obediente líder divino que encabezó la protesta cuando los ángeles oscuros se rebelaron contra la potestad del Creador. Entonces, San Miguel demostró su enorme y decisiva fuerza durante la “Batalla del Cielo”. Desde entonces, los demásángeles obedecen sus mandatos.


En el Antiguo Testamento bíblico, este arcángel es calificado como el “guardián de la nación hebrea”, mientras que en el Libro de Daniel, el Señor lo envía para brindarle protección a éste. Allí leemos: “Y ahora volveré a luchar contra el príncipe de Persia. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro príncipe, mi apoyo para darme ayuda y sostenerme”. Y también se lo menciona en Daniel 12: “En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo”.
Los judíos lo consideran el enviado divino destinado a guiarlos a través del desierto para atravesar exitosamente los pueblos paganos, que serían destruidos con la ayuda de este poderoso arcángel guerrero.
También es mencionado en el Éxodo: “He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado. Pórtate bien en su presencia y escucha su voz: no le seas rebelde, que no perdonará vuestras transgresiones, pues en él esta mi Nombre. Si escuchas atentamente su voz y haces todo lo que yo diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios. Mi ángel caminara delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, de los hititas, de los perizitas, de los cananeos, de los jivitas y de los jebuseos; y yo los exterminaré. No te postrarás ante sus dioses, ni les darás culto, ni imitarás su conducta; al contrario, los destruirás por completo y romperás sus estelas. Vosotros daréis culto a Yahveh, vuestro Dios”.


De acuerdo con la tradición judía, tras el deceso del elegido Moisés,San Miguel combatió contra el demonio por obtener el cadáver del mismo. El arcángel respetó el mandato divino y escondió el sepulcro.
El espíritu justiciero y misericordioso de San Miguel es invocado por Judas Macabeo, quien antes de empezar cualquier cruzada en defensa de la ley o de su Templo pedía auxilio y ánimo al arcángel, confiándole sus actos.
Cuanto los hombres de Macabeo se enteraron que Lisias sitiaba sus fortalezas, imploraron a Dios el envío de un mensajero que intercediera en la salvación de Israel. Entonces, cerca de Jerusalén se hizo presente su pedido: vieron llegar un jinete con atuendo blanco que blandía armas doradas.


En Mac. 15:22 leemos la alabanza y solicitud de los israelitas: “Tú, soberano, enviaste tu ángel a Exequías, rey de Judea, que dio muerte a cerca de ciento ochenta y cinco mil hombres del ejercito de Senaquerib. Ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto. ¡Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo!”.
Actualmente, el Judaísmo invoca a San Miguel como amparador de sus sinagogas. La liturgia del día de la Expiación el sermón concluye con las palabras: “Miguel, príncipe de misericordia, reza por Israel”.
También en el Nuevo Testamento bíblico se alaba a este arcángel guerrero. En las páginas del Apocalipsis se narra que “Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron pero no prevalecieron y no hubo ya en cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero”.
Antiguas autoridades gubernamentales y eclesiásticas reconocieron temprano las virtudes de esta criatura alada. Por ejemplo, el emperador Constantino atribuía a San Miguel la derrota de sus adversarios. Por ese motivo mandó edificar cerca de Constantinopla un espléndido templo en su homenaje.
Cabe señalar también que diferentes visiones de la Virgen María incluyen alguna manifestación de la presencia del arcángel San Miguel. Algunas de las apariciones atestiguadas son: la de Fátima, en el año 1916, que atestiguó haber visto al ángel arrodillarse lamentando el escepticismo de los incrédulos y rogar oración por él y por el Señor. En una posterior aparición volvió a pedir la práctica del rezo, los sacrificios y las oraciones.

El Defensor De Los Moribundos


La misión angélica del arcángel San Miguel se extiende con los hombres hasta que éstos pasan a través de las puertas celestiales. No sólo protege sus almas durante la estancia en la Tierra sino en hora de la muerte: su tarea es recibir el espíritu de los elegidos en el momento de la separación corporal.
A través de la liturgia de la doctrina cristiana se nos dice que Miguel custodia la entrada al Paraíso y que, en el instante previo al fallecimiento, combate contra el demonio, quien se esmera en ganar adeptos a su causa tratando de hacer sucumbir los espíritus a la tentación. Pero este fiel arcángel permanece a la vera de cada moribundo para defenderle del acecho de su mayor adversario.
Una anécdota anselmiana: una vez, un monje muy virtuoso en vida, a punto de morir, comenzó a recibir grandes asaltos de demonio. Éste le acusó de los pecados y yerros cometidos antes de ser bautizado. Entonces, oportunamente, intervino San Miguel para defender al muriente y retrucar al bastardo que tales pecados habían sido precisamente redimidos y borrados en la pila bautismal…

No contento con la respuesta, Satanás lo culpó de los errores cometidos tras el sacramento del Bautismo. Pero San Miguel replicó que éstos habían sido perdonados durante la confesión que debió hacer antes de profesar el oficio religioso. Insistente, el demonio levantó su acusación de pecador por las injurias realizadas durante su profesión sacerdotal.  
Otra vez, el valiente arcángel respondió que las posteriores confesiones sumadas a los numerosos actos virtuosos habían ameritado el perdón divino. Y que aquello que restaba expiar lo había conseguido a través del dolor de una tardía enfermedad, soportada con paz y piadosa resignación.
Además de los testimonios de San Anselmo, encontramos las interesantes escrituras de San Alfonso de Ligorio, donde narra que “Había un hombre polaco de la nobleza que había vivido muchos años en pecado mortal y lejos de la vida de Dios. Se encontraba moribundo y estaba lleno de terror, torturado por los remordimientos, colmado de desesperación. Este caballero había sido devoto de San Miguel. Dios, en su misericordia, permitió que este arcángel se le apareciera. Y San Miguel lo alentó al arrepentimiento, diciéndole que había orado por él y que había conseguido el permiso para prolongar su vida, con el objetivo de que éste consiguiera la salvación”.
Termina la anécdota relatando que, al poco tiempo, se acercaron a la vivienda del noble polaco dos curas de la orden de los Dominicos alegando la aparición de un joven desconocido que les solicitaba que se acercaran a la casa del moribundo.
Éste se confesó con lágrimas de auténtico arrepentimiento, recibió la Santa Comunión y, en brazos de estos dos religiosos, falleció reconciliado con el Creador.

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