Los animales, ¿pueden predecir catástrofes naturales?

Numerosas anécdotas, pero también testimonios fidedignos, hacen referencia a conductas poco habituales y no menos sorprendentes en los animales ante ciertos fenómenos de la naturaleza. Respetando sus propias bolas de cristal internas, gran variedad de especies han salvado muchas vidas humanas alertando sobre inminentes terremotos, aludes, huracanes, como así también bombardeos, incendios y otros desastres. Testimonio de esto es el monumento levantado en Friburgo (Alemania) en recuerdo de aquel ganso que en plena noche del 27 de noviembre de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, con sus atemorizados y anticipados graznidos logró salvar la vida de muchos habitantes que despertaron poco antes de un inesperado ataque aéreo. 



Por Enrique Márquez


Estas conductas anómalas y erráticas, muchas veces han servido como caldo de cultivo para plantear hipótesis nunca demostradas en torno a una supuesta capacidad parapsicológica o extrasensorial en los animales. Desde esa óptica, la precognición (percepción extrasensorial de acontecimientos futuros) sería el término que mejor se ajustaría al pensamiento deseoso de los parapsicólogos. Claro, ellos creían ingenuamente que habían obtenido las suficientes evidencias científicas de estas facultades en los seres humanos y fue así que consideraron la posibilidad de ampliar su campo de estudio y llevar al terreno del laboratorio la investigación de las supuestas capacidades parapsicológicas de los animales

Bichitos al laboratorio de parapsicología

Este fue un largo período de casi diez años, que se inició a partir de la segunda mitad de la década del '60 y el cual motivó que en los laboratorios de parapsicología se produjera un incesante desfile de ratas, peces, gatos, perros, conejos, cucarachas, lagartijas y hasta embriones de pollos aún encerrados en sus cascarones.

La incorporación de nueva tecnología y la ayuda financiera obtenida, hizo suponer que se podría aclarar en forma definitiva qué hay o no de cierto sobre ese aparente "sexto sentido" de los animales. Fue una etapa que, en lugar de satisfacciones, provocó un mayor descrédito para la parapsicología.

Uno de los investigadores más prolíficos en esta área había sido el doctor Walter J. Levy, quien en esa época era el director del afamado Instituto de Parapsicología del doctor Rhine. Su ingenio no sólo estuvo puesto en intentar demostrar la capacidad de predicción de las ratas evitando una inminente descarga eléctrica y el poder psicokinético de embriones de pollos para influir sobre el encendido de una lámpara que les suministraba luz y calor, sino también en la falsificación deliberada de los resultados experimentales para confirmar su hipótesis. En junio de 1974 se hizo público el fraude del experimentador y dos años más tarde, con pena y sin gloria, la cuestión de las presuntas capacidades parapsicológicas en los animales volvió al ataúd de anecdotarios.

No subestimar las capacidades sensoriales de los animales

El fracaso de los parapsicólogos una vez más puso en evidencia que no es necesario apelar a cuestiones extrañas o paranormales cuando los hechos pueden ser explicados de manera más simple. Por otra parte, también era una manera de subestimar las capacidades sensoriales del mundo animal. Sea por ignorancia o intereses creados, sus especulaciones no contemplaron que la explicación más verosímil se encuentra en la sensibilidad o hipersensibilidad de los animales ante ciertas manifestaciones naturales que preceden a las eclosiones, como ser: tensiones eléctricas, fluctuaciones de los niveles de las aguas o los descensos en la presión barométrica, sonidos ligeros o un aumento de temperatura, tensiones mayores en el campo magnético de la tierra, etc.

No olvidemos que, desde el punto de vista fisiológico, los animales cuentan con un arsenal de receptores sensoriales  que bien pueden ayudarlos a anticiparse y modificar su comportamiento ante movimientos telúricos y mínimos cambios climáticos. Tal capacidad los pone en condiciones de una aguda percepción para detectar la aproximación de huracanes por las fluctuaciones de los niveles de las aguas o los descensos en la presión barométrica. También es posible que leves sonidos o un aumento de temperatura anuncien aludes. Las erupciones volcánicas y terremotos pueden ir precedidos por tensiones mayores en el campo magnético de la Tierra y los animales son capaces de reaccionar a temblores menores y pequeñas sacudidas previas que bien pueden pasar inadvertidas al humano o sus instrumentos.

En esta línea de investigación, más actual y no-paranormal, se orientan los trabajos del Dr. Mitsuaki Ohta de la Universidad Azabu, en Japón. Si bien no tuvo éxito en encontrar un factor genético que lo ayude a detectar perros centinelas para predecir sismos, el interés científico por estas conductas inusuales en los animales sigue vigente. Sin ir más lejos, en 2010 se publicó en el Journal of Zoology un estudio sobre una población de sapos (Bufo bufo) que abandonó su colonia de crías tres días antes que se produjera el terremoto en L'Aquila, Italia. "Nuestros hallazgos revelan que los sapos pueden detectar ciertas claves presísmicas como la liberación de gases y partículas cargadas, y utilizarlas como una forma de sistema de advertencia temprana de terremotos", señaló la Dra. Rachel Grant, autora del estudio.

Aun cuando estos comportamientos inhabituales no son precisos y confiables para pronosticar desastres naturales con certeza, al menos está claro que sólo un desconocimiento de la capacidad sensitiva o limitación de las facultades sensoriales de los animales a las del hombre, pueden conducir equivocadamente a interpretaciones descabelladas o paranormales de ciertos sucesos.



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