Informe sectas (I): Escuela de Yoga y el mito de la marihuana aromática
A Claudio María Domínguez se le soltó la cadena en la Feria del Libro y aparecieron los mitos y leyendas sobre el tema de las sectas. Trataremos de poner algo de transparencia en un tema que navega entre la ignorancia de algunos y la alta rentabilidad de otros. Por Boimvaser.
Por Jorge D. Boimvaserinfo@boimvaser.com.ar Estado de Israel al 4000. Una casona antigua reformada y enorme. Tiene una planta baja con cafetería, salas de reunión y adoctrinamiento y un lugarcito especial donde se exhiben curiosas fotos. Funcionarios menemistas (Raúl Granillo Ocampo, Ministro de Justicia) y Carlos Ruckauf (Interior) en gigantografías hechas con fotos reales (no fotomontajes) rodeados de bailarinas que no son odaliscas, sino stripers deslumbrantes, mas propias del Canal Venus que de un grupo dedicado al yoga.Era comienzo de los 90 y la discreción de estos personajes había desbarrancado mal. No llegaba al extremo del Spartacus de Oyarbide, pero le andaba cerca.Esas escenas transmitían un mensaje poco subliminal: "El gobierno nos defiende, somos impunes". Le preguntamos a Ruckauf por lo absurdo de las fotos y su versión del tema fue: "Me invitaron a dar una charla en el auditorio, y cuando me recibieron en un salón privado entraron esas mujeres casi desnudas, un fotógrafo y me retrataron. Fue todo un ardid", contó quien era entonces responsable de la Policía Federal. La revista "Noticias", sin embargo, le atribuía un romance con unas de las directoras de la institución, algo que el Ministro negó de pleno. Pero muchas desmentidas juntas siempre suman un poquito de verdad.Pero lo terrorífico de la Escuela de Yoga de Buenos Aires estaba en su primer piso. Montado una especie de hostel donde se alojaban –"voluntariamente"- jóvenes que decían tener problemas con sus padres y habían encontrado en ese lugar amparo hogareño y protección espiritual.Como los directivos de la Escuela de Yoga me creían afín con ellos (yo había escrito varios informes sobre las barbaridades cometidas por el Juez Mariano Bergés que los procesó), me permitieron un breve diálogo –con una funcionaria como testigo-, con un joven rubio, cerca de 25 años, que daba la imagen de un zombi cuando relataba que su familia lo rechazaba y ese lugar se brindaba amparo.El pibe hablaba y al toque me di cuenta que estaba bajo los efectos de algún fármaco, no cualquiera de los que uno reconoce. No era ansiolítico, ni euforizante, ni ácidos, ni marihuana ni siquiera hongos alucinógenos. Con el tiempo supe que era un producto traído de los EEUU que lo fabricaban solo para los soldados que llegaban del frente de batalla y les inmovilizaba las reacciones negativas y los hacía vulnerables a cualquier tipo de manipulaciones psicológicas. No se consigue en las farmacias ni se sabe la fórmula química porque está diseñado solo para fines específicos por laboratorios militares norteamericanos.La Escuela de Yoga de Buenos Aires tenía una filial en Chicago, donde se supone estaba la matríz de un grupo criminal que bajo diversas artimañas secuestraba a jóvenes con la cobertura de legalidad que me mostraba ese chico rubio. De ahí podía venir ese maldito medicamento que usaban en ese lugar."Mi familia no me quiere, vine a estudiar a la Argentina muy desesperado y aquí conseguí la paz que buscaba", me dijo palabras más, palabras menos con la órbita de sus ojos disparada hacia la nada.Ese chico, lo supe después, pertenecía a la familia de esa cadena de joyerías que se caracteriza por estar instalada en todos los aeropuertos del mundo. La Escuela de Yoga de Buenos Aires le había hecho llegar a la familia multimillonaria del joyero una propuesta económica encubierta para devolvérselo sano y salvo. Un secuestro extorsivo disfrazado de amparo espiritual es algo que no abunda en las crónicas policiales.Nunca supe cómo terminó la historia, porque si bien la causa del juez Mariano Bergés navegó en la nebulosa hasta quedar en la nada, de buenas a primeras los directivos de la Escuela de Yoga se deshicieron del lugar y tomaron rumbos desconocidos. Algunos dicen que la distribución de un botín millonario los enfrentó mal y hubo algún muerto no declarado. Otra versión indica que se habían metido con alguien pesado que no les tuvo miedo y una horda de sicarios estaba lista a actuar cuando se produjo el desbande.No se fueron caminando. Habían adquirido una flota de 4 x 4 con un detalle llamativo: Las compraron todas del mismo color. Empecé a desconfiar de ellos cuando me di cuenta que en su sede de Estado de Israel no había una sola figura de Buda. Cualquier escuela o centro que tenga que ver con la meditación o el yoga, la esfinge de Buda es infaltable. Y además no había reuniones de enseñanza de esa disciplina que nació en Oriente hace más de cinco mil años. ¿Para qué llamarse Escuela de Yoga si nunca lo enseñaban? Parecía la organización criminal perfecta, pero no lo era.Más aún. Todas las disciplinas que tienen su origen en la China e India milenaria tienen sus libros doctrinarios de cabecera. La biblia de la espiritualidad oriental es el Bhagabad Gita (El Canto del Señor). No saber la existencia de Bhagabad es como que los islámicos no sepan que es el Corán, los cristianos qué es la Biblia o los judíos el Talmud. Nadie en el lugar tenía idea de su existencia. Demostraban con eso que no hay crimen perfecto, sino investigaciones mal llevadas. Otra víctima de esa banda fue el hijo de un peluquero del mundo del espectáculo (esos que son hermanos de origen italiano y el que peor habla el español). Cuando le preguntamos por ese tema casi rompe en llanto, pero confirmó el hecho que su hijo se hallaba "preso voluntario" de la Escuela de Yoga. O secuestrado, para ser claros.Junto con esta banda apareció otra contraria. Los llamados "cazadores de sectas", que con un discurso supuestamente denunciante de las llamadas "sectas" hacen también pingues beneficios. En ese ámbito (hay excepciones, contadas con los dedos de un muñón) ocurre como en el mundo de las drogas. Ganan dinero los que la producen, la distribuyen y la comercializan... y también los que luchan contra las drogas. Jamás un agente federal antidroga (en cualquier lugar del mundo) se retira pobre de su actividad. Jamás un activista antidroga vive de otro trabajo que no sea ese, y nunca vive mal. Quienes realizan tratamiento de rehabilitación cobran fortunas por ellos (ya lo dijo Maradona hace 15 años y Charly García hace poco), y no más de un 7 por ciento se cura del vicio.Es el negocio donde todos ganan y el único bobo que pierde es el consumidor.En el mundo de las llamadas "sectas" ocurre algo similar. Ya seguiremos con este asunto en nuestras próximas entregas, donde te contaremos más sobre estas macabras organizaciones vestidas de espiritualidad, del negocio de ser sus detractores y cómo nace un mito urbano que después todos repiten. Por eso el título de este informe: La leyenda de la marihuana aromática.Habiendo mencionado en este informe a dos funcionarios menemistas, estamos tentados de decirte: Leénos, no te vamos a defraudar. Una mas de nuestras muchas tentaciones.
Por Jorge D. Boimvaserinfo@boimvaser.com.ar Estado de Israel al 4000. Una casona antigua reformada y enorme. Tiene una planta baja con cafetería, salas de reunión y adoctrinamiento y un lugarcito especial donde se exhiben curiosas fotos. Funcionarios menemistas (Raúl Granillo Ocampo, Ministro de Justicia) y Carlos Ruckauf (Interior) en gigantografías hechas con fotos reales (no fotomontajes) rodeados de bailarinas que no son odaliscas, sino stripers deslumbrantes, mas propias del Canal Venus que de un grupo dedicado al yoga.Era comienzo de los 90 y la discreción de estos personajes había desbarrancado mal. No llegaba al extremo del Spartacus de Oyarbide, pero le andaba cerca.Esas escenas transmitían un mensaje poco subliminal: "El gobierno nos defiende, somos impunes". Le preguntamos a Ruckauf por lo absurdo de las fotos y su versión del tema fue: "Me invitaron a dar una charla en el auditorio, y cuando me recibieron en un salón privado entraron esas mujeres casi desnudas, un fotógrafo y me retrataron. Fue todo un ardid", contó quien era entonces responsable de la Policía Federal. La revista "Noticias", sin embargo, le atribuía un romance con unas de las directoras de la institución, algo que el Ministro negó de pleno. Pero muchas desmentidas juntas siempre suman un poquito de verdad.Pero lo terrorífico de la Escuela de Yoga de Buenos Aires estaba en su primer piso. Montado una especie de hostel donde se alojaban –"voluntariamente"- jóvenes que decían tener problemas con sus padres y habían encontrado en ese lugar amparo hogareño y protección espiritual.Como los directivos de la Escuela de Yoga me creían afín con ellos (yo había escrito varios informes sobre las barbaridades cometidas por el Juez Mariano Bergés que los procesó), me permitieron un breve diálogo –con una funcionaria como testigo-, con un joven rubio, cerca de 25 años, que daba la imagen de un zombi cuando relataba que su familia lo rechazaba y ese lugar se brindaba amparo.El pibe hablaba y al toque me di cuenta que estaba bajo los efectos de algún fármaco, no cualquiera de los que uno reconoce. No era ansiolítico, ni euforizante, ni ácidos, ni marihuana ni siquiera hongos alucinógenos. Con el tiempo supe que era un producto traído de los EEUU que lo fabricaban solo para los soldados que llegaban del frente de batalla y les inmovilizaba las reacciones negativas y los hacía vulnerables a cualquier tipo de manipulaciones psicológicas. No se consigue en las farmacias ni se sabe la fórmula química porque está diseñado solo para fines específicos por laboratorios militares norteamericanos.La Escuela de Yoga de Buenos Aires tenía una filial en Chicago, donde se supone estaba la matríz de un grupo criminal que bajo diversas artimañas secuestraba a jóvenes con la cobertura de legalidad que me mostraba ese chico rubio. De ahí podía venir ese maldito medicamento que usaban en ese lugar."Mi familia no me quiere, vine a estudiar a la Argentina muy desesperado y aquí conseguí la paz que buscaba", me dijo palabras más, palabras menos con la órbita de sus ojos disparada hacia la nada.Ese chico, lo supe después, pertenecía a la familia de esa cadena de joyerías que se caracteriza por estar instalada en todos los aeropuertos del mundo. La Escuela de Yoga de Buenos Aires le había hecho llegar a la familia multimillonaria del joyero una propuesta económica encubierta para devolvérselo sano y salvo. Un secuestro extorsivo disfrazado de amparo espiritual es algo que no abunda en las crónicas policiales.Nunca supe cómo terminó la historia, porque si bien la causa del juez Mariano Bergés navegó en la nebulosa hasta quedar en la nada, de buenas a primeras los directivos de la Escuela de Yoga se deshicieron del lugar y tomaron rumbos desconocidos. Algunos dicen que la distribución de un botín millonario los enfrentó mal y hubo algún muerto no declarado. Otra versión indica que se habían metido con alguien pesado que no les tuvo miedo y una horda de sicarios estaba lista a actuar cuando se produjo el desbande.No se fueron caminando. Habían adquirido una flota de 4 x 4 con un detalle llamativo: Las compraron todas del mismo color. Empecé a desconfiar de ellos cuando me di cuenta que en su sede de Estado de Israel no había una sola figura de Buda. Cualquier escuela o centro que tenga que ver con la meditación o el yoga, la esfinge de Buda es infaltable. Y además no había reuniones de enseñanza de esa disciplina que nació en Oriente hace más de cinco mil años. ¿Para qué llamarse Escuela de Yoga si nunca lo enseñaban? Parecía la organización criminal perfecta, pero no lo era.Más aún. Todas las disciplinas que tienen su origen en la China e India milenaria tienen sus libros doctrinarios de cabecera. La biblia de la espiritualidad oriental es el Bhagabad Gita (El Canto del Señor). No saber la existencia de Bhagabad es como que los islámicos no sepan que es el Corán, los cristianos qué es la Biblia o los judíos el Talmud. Nadie en el lugar tenía idea de su existencia. Demostraban con eso que no hay crimen perfecto, sino investigaciones mal llevadas. Otra víctima de esa banda fue el hijo de un peluquero del mundo del espectáculo (esos que son hermanos de origen italiano y el que peor habla el español). Cuando le preguntamos por ese tema casi rompe en llanto, pero confirmó el hecho que su hijo se hallaba "preso voluntario" de la Escuela de Yoga. O secuestrado, para ser claros.Junto con esta banda apareció otra contraria. Los llamados "cazadores de sectas", que con un discurso supuestamente denunciante de las llamadas "sectas" hacen también pingues beneficios. En ese ámbito (hay excepciones, contadas con los dedos de un muñón) ocurre como en el mundo de las drogas. Ganan dinero los que la producen, la distribuyen y la comercializan... y también los que luchan contra las drogas. Jamás un agente federal antidroga (en cualquier lugar del mundo) se retira pobre de su actividad. Jamás un activista antidroga vive de otro trabajo que no sea ese, y nunca vive mal. Quienes realizan tratamiento de rehabilitación cobran fortunas por ellos (ya lo dijo Maradona hace 15 años y Charly García hace poco), y no más de un 7 por ciento se cura del vicio.Es el negocio donde todos ganan y el único bobo que pierde es el consumidor.En el mundo de las llamadas "sectas" ocurre algo similar. Ya seguiremos con este asunto en nuestras próximas entregas, donde te contaremos más sobre estas macabras organizaciones vestidas de espiritualidad, del negocio de ser sus detractores y cómo nace un mito urbano que después todos repiten. 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